Han pasado más de tres meses desde nuestra última publicación. Tres meses que, si bien no fueron tan dinámicos como los últimos tres del año pasado, fueron más definitorios. Nuestra hipótesis no llegó a demostrarse, ¡Sí se realizaron las elecciones! Y su resultado es la introducción a este nuevo período en que las cosas ya no son iguales. Las “verdades” ya no son las mismas: ni se dio el plebiscito; ni existió lealtad a Chávez.

Sin menospreciar la capacidad de organización y movilización que tiene el oficialismo y sin olvidar el desbordado uso de las acciones delictivas que en materia electoral ejecuta el gobierno, es evidente que la oposición debe hacer un trabajo inmenso en los sectores populares y en las regiones alejadas de las capitales de estado. Pues allí, su mensaje y accionar siguen siendo débiles.

La oposición debe reestructurarse, sin que ello lleve consigo el «fusilamiento» de los actuales miembros de la MUD, y la consecuente idea de reestructurarlo todo. Por el contrario, la MUD no debe perder esa capacidad que ya tiene instalada, pero debe complementarse con otras capacidades que le permitan atinar en la coordinación de acciones de calle, en la protección de sus miembros y colaboradores contra los atropellos delictivos por parte del gobierno y en la oportunidad e impacto del mensaje político frente a la hegemonía comunicacional que despliegan los que detentan el poder. En síntesis, la MUD debe pasar de ser una instancia a ser un movimiento, si queremos transitar la salida de este régimen que ha traído degeneración social, destrucción del poco camino andado al desarrollo y odio. Eso sí, sin pretender convertirse en un partido político más, sino en el paraguas bajo el cual se logre concertar un proyecto político viable para el desarrollo del país, que sea entendido por los sectores menos favorecidos como una opción política.

Los tiempos que vienen no son fáciles, ni para el gobierno ni para la oposición -y mucho menos para los ciudadanos-, pero son tiempos con mucho potencial para concretar proyectos políticos. Estamos en una fase, a nuestro entender, donde la resilencia o se hace evidente y se manifiesta, o donde definitivamente es vencida para moldear algo nuevo. El peligro que llevamos es que eso nuevo se sustenta en una plataforma hegemónica, violenta, incompetente y con una alta propensión al odio y a la intolerancia.

Este año resulta duro para el desgobierno de Nicolás Maduro y para quienes basaron su reconocimiento en el despliegue de acciones populistas. Gracias a las políticas desarrolladas por Chávez, faltarán años para que otro gobierno tenga las mismas capacidades que tuvo el populismo chavista. Los meses que se avecinan serán dinámicos y su intensidad dependerá de lo bien que se organicen las manifestaciones de apoyo o rechazo. Empezamos el año con deficiencias alimentarias (escasez y desabastecimiento), económicas (inflación), morales (violencia despiadada), jurídicas e institucionales (parcialidad de los poderes e impunidad), políticas (persecución y desconocimiento de la disidencia) y sociales (delincuencia y pobreza) y aun faltan tomar medidas importantes que, lejos de acercarse, alejan al gobierno de sus tendencias populistas. La sombra de las condiciones y circunstancias que rodearon a Carlos Andrés Pérez en su momento, ahora oscurecen la morada de Maduro sólo que de una manera sobredimensionada.

Es este, pues, nuestro primer editorial de año y el abreboca para los análisis posteriores que realizaremos para tratar de entender la política, sus momentos, sus actores y su desenlace. Un año que luce difícil, para cuya configuración deberá tenerse la misma orientación hegeliana para relacionar los opuestos y unirlos en una verdad superior, es decir, se deberán diseñar acciones basadas en su dialéctica para sobrevivir a los tiempos actuales. Tiempos de dilemas, tiempos de elecciones y tiempos de definiciones…