Los últimos días del año 2015 no serán fáciles, al igual que los años que nos precedieron en la era chavista. Sin embargo, la connotación de la dificultad de este año sí es inédita: el derrumbe del poder tal y como lo conocíamos.

El chavismo como lo configuró y diseñó Hugo Chávez ha llegado a su fin. Si existiese un «neochavismo», este tendría que reformularse en cuanto a las dinámicas de participación, de toma de decisiones, de discusiones ideológicas, de conformación civil y no militar e incluso de acariciar la idea de renovación de sus líderes dentro del Psuv (algo novedoso en la política venezolana considerando que los altos dirigentes de los principales partidos de oposición que transitaron de la IV a la V nunca se han renovado en los últimos 17 años); por eso, si eso ocurriese, el resultado de esa reformulación nunca sería igual al chavismo.

El orden político diseñado por Chávez fue perverso y egocéntrico; su instrumentación se basó en el chantaje, la destrucción, la corrupción y la violencia, y sólo podía ser administrado con la ayuda de su carismática personalidad y cualidad particular de liderazgo. Nadie podía heredarlo pues fue un traje hecho a la medida, que dadas las características de realismo mágico otorgadas por sus seguidores, le quedaba grande a cualquiera en sus filas.

Hoy, los elementos de ese complejo sistema político-económico-social en que nos insertó Chávez están desbordados, sus partes están interactuando de forma muy distinta al diseño original lo que está afectando su funcionalidad. Lo peor, es que ni Maduro ni Diosdado lo están viendo. Estamos en una caldera que tiene mucha presión de vapor y los operadores no le están prestando atención a los tornillos que saltan de su estructura.

La impugnación de los 8 diputados de la MUD y las leyes que vía habilitante supuestamente anunciará Maduro, son un error que afectan al chavismo como doctrina política en Venezuela. Maduro parece no comprender lo que Chavéz entendió muy temprano: no contradecir la voluntad popular. Por eso creó diversos mecanismos con los cuales manipular, chantajear o transgredir la voluntad popular desde su conformación, siempre evitó hacerlo desde su manifestación.

Estamos viviendo los últimos momentos del chavismo tal como lo configuró y diseñó Chavéz y dependerá de muchos factores y de muchos aciertos para que esa doctrina pueda transformarse en un “neochavismo”, que pueda sobrevivir en democracia manteniendo parte del conjunto de ideas de su creador, pero con dinámicas, actores (civiles) y formas distintas de alcanzar y mantener el poder.

Por los momentos, el chavismo está siendo engullido por los graves señalamientos de lavado de dinero y narcotráfico que pesan sobre algunos altos funcionarios rojos, que, paradójicamente, fueron traicionados por sus compañeros de “lucha política”, así como por los graves problemas de abastecimiento e inseguridad que aquejan al país. En pocas palabras, al chavismo se lo está comiendo el monstruo que ronda siempre la política: la incapacidad para cumplir las promesas.

El chavismo agoniza en medio de los efectos de la principal característica de su legado: la destrucción. Puede que la experiencia de los 17 años de chavismo en Venezuela nos engañe y nos haga pensar que sí hubo una época con Chávez en la que se vivía bien. Necesario es darle el crédito de ese período de bonanza del chavismo a quien realmente lo tiene: el petróleo; pues cualquier gobierno de corte populista con 1 billón de dólares es capaz de brindar prosperidad por corto tiempo a sus conciudadanos. Lo cierto es que llegamos al 2015 sin Chávez, sin los precios del petróleo a $100, sin alimentos, sin medicinas y sin prácticamente nada de lo que cualquiera podría denominar “calidad de vida”.

Recordando la famosa frase de Ortega y Gasset “El hombre es él y sus circunstancias”, (entendidas éstas como la capacidad del hombre para actuar en función de una alternativa), creo que a corto plazo a Nicolás Maduro lo que le queda es la renuncia, a Diosdado Cabello enfrentar los cargos internacionales de los que se le acusa y a los dirigentes chavistas (libres de señalamientos por narcotráfico, corrupción y lavado de dinero) un gran reto: configurar un “neochavismo” viable en democracia, que pueda entender que en la política no hay enemigos, ni hay hegemonías; y las únicas armas que se usan en ella son el debate y la argumentación.