La catástrofe que tenemos en el país no es resultado de una coyuntura o del fracaso de un modelo partidista. Al contrario, es el resultado natural de un diseño de Estado cuyo final es un proyecto postotalitario como el chavista.
Somos hijos de un paradigma en el cual el Estado es el centro para la creación de riquezas, para la distribución de la renta, para la educación, para la salud e, incluso, para la manutención y crianza de los niños que nacen en los sectores más vulnerables. Somos hijos de una idea de un Estado grande que nos cobija y que, aunque quizás no nos proteja, nos deja suficiente impunidad para encontrar amigos y cogollos que sí lo hagan.
Desde la segunda mitad de la década de 1970, ya el diseño de ese Estado benefactor dibujado en la idea de la Venezuela Saudí se mostraba más que inviable; se mostraba débil frente a las demandas democráticas que se le presentaban y se le iban a presentar. Se mostraba quebradizo en su institucionalidad y lo único que lo mantenía de pie era su chequera y la cantidad de grupos que se beneficiaban de su vegetal vida política. Ya ese Estado mostraba síntomas de corrupción y quienes se beneficiaban de eso, de corruptores.
Para el venezolano, cada gobierno era peor que el anterior; cada escándalo de corrupción era mayor que el anterior; la calidad de vida desmejoraba en la medida que la democracia avanzaba y la indignación subía tan rápido como el costo de la vida. La mediación política, es decir los partidos, empezaron a desarrollar un corporativismo grosero y el pacto de gobernabilidad que dio origen a la democracia, se degradó en un pacto de impunidad entre cogollos, que luego se convertirían en los antepasados de las mafías actuales.
Ya a finales de 1990 la democracia era un cascarón que se había vaciado con el infame juicio a Carlos Andrés Pérez (CAP) en 1993. Infame porque su real motivación fue un pase de factura por querer acabar con el sistema corrupto que se había consolidado. El criminal de “cuello blanco”, como se le decía al corrupto en esa época, no podía permitir que CAP los dejara fuera del entramado de poder, el cual se había convertido en la forma que tenía el político -y el empresario por amistad- para enriquecerse.
Para el momento en que se llevaron a cabo las últimas elecciones medianamente democráticas en 1998, Venezuela ya estaba a la deriva; no sólo política y moralmente hablando, sino intelectualmente también. La comprensión de los hechos políticos pasaban por el filtro de la camaradería y no se criticaba a nadie si era amigo. La alcahuetería era -y aún es- deporte nacional.
Fueron en esas condiciones de país que irrumpió un grupo de ignotos de la política, lumpen de cuarteles y excluidos de la razón, que fueron apoyados por oportunistas que creyeron que podían manejarlos una vez que llegaran al poder.
Nadie advirtió que el único amo de esa camada era Fidel Castro. Quien también era el “héroe” de mucho letrado, que confundía la sabiduría con un recital autores y citas bibliográficas, pero a quien le era imposible servirse de la razón sin limitarse primero a lo que el cogollo decidiera como correcto.
El resto del cuento ya lo sabemos y padecemos de sobra; y sus consecuencias en la sociedad aún están por verse en los términos de aprendizaje y valoración de la vida digna de ser vivida. Y es justo eso lo que me preocupa.
Me preocupa que en este tránsito horrible de destrucción, no hayamos aprendido que un representante político no puede ser elegido fuera de sus virtudes para enfrentar los asuntos públicos; me preocupa que no hayamos entendido que la política debe ser moral y ética y quienes pretendan lo contrario, no son más que corruptos que quieren enriquecerse robando y, si son ciudadanos, no son más que oportunistas esperando una oportunidad ilícita de enriquecerse. Me preocupa que se confunda pragmatismo con prostitución y encima esto último se enaltezca.
Me preocupa que los ciudadanos no sintamos ASCO por el corrupto, por el que “mete a los panas en un cargo”, por el que hace “favores” en detrimento del otro. Me preocupa la alcahuetería porque ella es el dispositivo que permite todo lo anterior.
Me preocupa que nos hayamos acostumbrado a pensar que el político es de cloaca y siempre hiede. Que el funcionario público es un “pela bola” que siempre está dispuesto a corromperse, que el vivo y el oportunista sean los modelos a seguir y el enchufado sea la cúspide del éxito.
Me preocupa que un Pran (así se llama al criminal que manda en las cárceles) tenga más determinación que la justicia; que la transparencia sea sólo un asunto de una ONG cuyo capítulo Venezuela piense en lo políticamente correcto; me preocupa que la juventud deje de respetar al mayor porque el reggaetón la educa más que sus padres, cuando los tienen.
Me preocupan muchas más cosas. Pero sobre todo, me preocupa que después de esta… (no encuentro la palabra adecuada)… de esta podredumbre que se devela con el artículo de investigación de Armando.Info y de la entrevista que el embajador Calderón Berti le concedió a Orlando Avendaño -que además estoy seguro que sólo es el principio-, aún exista gente que diga “hay que estar unidos”… “Unidad por encima de todo”.
¡Unidos un coño de la madre! Yo no me uno al corrupto que dejó perder las mayores oportunidades, porque se estaba lucrando en la AN; yo no me uno al imbécil que nos prometió una ruta y la cambió después de 10 meses; yo no me uno al pusilánime que dice mi “arma es el voto”.
No hace falta un fusil para combatir este sistema, hace falta tener principios y moral para no apoyar las comiquitas que se crean con el marketing político y son presentadas como grandes líderes políticos. En Bolivia se llevaron a cabo los cambios políticos que se necesitaban, porque se tomaron las decisiones correctas. Nosotros no necesitamos otro fraude electoral, lo que vivimos hoy ya es su constatación ¿o es que nos olvidamos que se lucha por el cese de la usurpación?
No hace falta que usted agarre un fusil estimado conciudadano, lo que hace falta es que usted sepa escoger a quienes pueden lograr los cambios según su área de experticia, su virtud para hacer frente a los retos que se le planteen y su honestidad para sortear los embates de la corrupción que tratará de conquistarlos.
Ya basta de sofismas, ya basta de eufemismos, ya basta de alcahuetería, ya basta de pusilanimidad… Ya basta. Conmigo no cuenten para apoyar a otra comiquita de político que salga de ese antro que es la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y su nueva imagen, el Frente Amplio (FA). Yo quiero una representación política honesta, con coraje, con el rumbo claro y con el diagnóstico claro, pues no estoy para perder el tiempo.
Aplausos
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El problems de LA crisis venezolana es LA mezcla del COMUNISMO CON EL NARCOTRAFICO. Es un estado FORAJIDO. Es una novedad mundial .
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Me hubiese gustado escribirlo, sintiendo el mismo saco por estos rufianes.
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Hola,
Llegué hasta acá via su tweet.
Buen artículo, le felicito y gracias a la vez. Hubiese querido seguir leyendo luego, hacia los últimos tres párrafos, sobre lo que «hace falta». 🙂
Espero sus próximas entradas de Blog.
Le invito a que me dé lectura también, un saludo muy respetuoso.
R.
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